Por: Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales: Luis Alberto Padilla
La cumbre del Grupo de Río en
Cancún
¿Hacia la convergencia de los procesos de integración?
Hace unas semanas se llevó a cabo en Cancún la
vigésima primera reunión cumbre del Grupo de Río,
entidad que como sabemos nació en 1986 como resultado
de lo que ocurría en aquella época en una Centroamérica
agobiada por conflictos armados de diversa índole lo
que dio lugar a que, encontrándose el mundo aún
en plena guerra fría y para resistir mejor a las presiones
militares e intervencionistas de Washington, se formara la instancia
mediadora del llamado “ Grupo Contadora” (México,
Colombia, Venezuela y Panamá) a principios de la década,
el cual recibió el posterior apoyo de Brasil, Perú,
Argentina y Uruguay y eventualmente se transformó en
el llamado “Grupo de Río” que desde entonces
ha venido operando como el único mecanismo permanente
de “consulta y concertación política”
de las naciones latinoamericanas y caribeñas. Por cierto,
el GRIO funciona de manera bastante eficiente, en buena medida
gracias a la ausencia de una estructura burocrática permanente
y se ha fortalecido y expandido de tal modo que con la reciente
adhesión de Surinam, Jamaica y Cuba se ha elevado ya
a 24 el número de países miembros.
En tales circunstancias es obvio pensar que , dada la flexibilidad
de los procedimientos que caracterizan su funcionamiento (la
conducción del grupo permanece, durante períodos
bienales, a cargo de una Secretaría Pro Témpore
apoyada por una troika que se integra con las secretarías
saliente y entrante) y que hasta ahora ha sido una instancia
capaz de crear un espacio de interlocución para abordar
los temas prioritarios de la agenda regional; además
de fortalecer la presencia y capacidad de negociación
en diversos foros multilaterales (como Naciones Unidas). En
tales circunstancias es lógico que se haya pensado no
sólo darle una mayor y mejor proyección sino ¿por
qué no? Visualizar al GRIO cómo la semilla o el
punto de partida de una organización propia de los países
latinoamericanos y caribeños en un mundo globalizado
cada vez más interdependiente y complejo y en donde,
por consiguiente, la voz aislada de los países pequeños
y débiles se hace cada vez más difícil
de hacerse escuchar y más aún de tener algún
peso específico en la política internacional.
Lo anterior permite comprender, talvez, porqué la prensa
internacional se hizo eco recientemente de la propuesta para
establecer una organización propia de los países
del subcontinente, excluyendo a Estados Unidos y Canadá.
Dicha propuesta motivó comentarios de diversa índole
en los medios de comunicación en los cuales por lo general
se criticaba de antemano la idea de establecer algo nuevo que,
según los críticos, sólo vendría
a sumarse a la proliferación de organismos de poca o
ninguna utilidad, tildados además de ineficientes y costosos,
al mismo tiempo que se alertaba sobre el peligro de que una
nueva entidad fuese instrumentalizada o manipulada por países
poseedores de una línea ideológica antagónica
de Estados Unidos, recordando la importancia de fortalecer al
único organismo hemisférico - interamericano que
es la OEA , etcétera…
Pero ¿ qué es lo que realmente dijeron nuestros
jefes de Estado en Cancún? Revisando la Declaración
nos encontramos con el párrafo dos que dice que los mandatarios
han tomado la decisión de “ construir un espacio
común con el propósito de profundizar la integración
política , económica, social y cultural de nuestra
región” a la vez que se manifiestan “convencidos
de que la región de América Latina y el Caribe
debe seguir reafirmando su presencia en los foros de los que
forma parte y pronunciarse sobre los grandes temas y acontecimientos
de la agenda global” pero todavía no aparece, por
ninguna parte, una referencia concreta (o una denominación)
para la tan llevada y traída (por los comentarios de
prensa) “nueva organización latinoamericana”
así que entonces podemos preguntarnos si se trataría
simplemente una nueva denominación para algo que ya existe
(el GRIO) o si realmente los presidentes están pensando
en una entidad con características novedosas, para dar
continuidad a una especie de “Comunidad de América
Latina y el Caribe” (CALC) de modo que se le pudiera dar
continuidad a unas siglas que, desde la cumbre de Salvador Bahía
en Brasil, ya se encuentran bastante aceptadas por todos.
Así pues, si bien es cierto que las noticias destacaron
la concordancia de opiniones de nuestros gobernantes en torno
a la importancia de establecer alguna nueva entidad que fuese
además propia del subcontinente como algo novedoso, cabe
todavía preguntarse ¿qué es lo que realmente
hay detrás de una propuesta que algunos analistas han
presentado como una hábil iniciativa mexicana? ¿que
tuvo a su cargo la pro témpore del GRIO durante dos años
y que seguirá formando parte de la troika junto con Chile?
Ahora la asume en un contexto en el cual no debe olvidarse que
México no sólo es uno de los países fundadores
del grupo sino que tratándose de una de nuestras “potencias
regionales” paulatinamente se ha venido quedando afuera
de los procesos de integración, lo cual explica ahora
su interés por recuperar una presencia más activa
y protagónica en el subcontinente.
Y esto porque, para ser justos, no debemos olvidar que desde
diciembre de 2008, y respondiendo a una convocatoria hecha por
un Brasil que desde la presidencia de Lula ha mostrado una presencia
pro activa en la región ( un poco para compensar el hecho
de haber dejado a una buena parte de Latinoamérica y
a todo el Caribe afuera de UNASUR) se celebró en Salvador
la “ Cumbre de América Latina y el Caribe sobre
Integración y Desarrollo” que se conoce con la
siglas CALC , conferencia que estuvo en buena medida enfocada
hacía la problemática del desarrollo sostenible,
las políticas sociales y la integración de manera
que el interrogante planteado al principio de ésta nota
es perfectamente válido: ¿se trata acaso de establecer
un nuevo organismo que se ocupe principalmente de la convergencia
de los procesos de integración?
Ya vimos que los mandatarios expresaron su decisión
de “construir un espacio común” para “profundizar
la integración política, económica, social
y cultural” y que, además en el párrafo
cuatro de la Declaración de Cancún destacaron
la “..importancia de profundizar la comunicación,
cooperación, articulación, sinergia, convergencia
de acciones e intercambio de experiencias entre los distintos
procesos y mecanismos subregionales de integración”
así que, por lo menos a juzgar por lo que allí
se dice, tendríamos que aceptar la idea que, efectivamente,
se trata de eso, de profundizar una integración subregional
que no debe confundirse ni con el “libre comercio”
o la “unión aduanera” ni con la consulta
y concertación políticas para tener posiciones
comunes en los grandes foros o conferencias internacionales.
Entendido de esta manera el concepto de integración significa
–para decirlo simple y esquemáticamente - poner
en marcha un proceso análogo al que ha dado lugar al
surgimiento de la Unión Europea.
Así que, aún asumiendo con toda la prudencia
del mundo los principios de “solidaridad, flexibilidad,
gradualidad, diversidad, complementariedad de acciones y participación
voluntaria” que nos recuerdan nuestros jefes de Estado
en el párrafo sexto de la misma Declaración, si
de profundizar la integración se trata –tal vez
algún día podríamos tener una Unión
Latinoamericana - bienvenida sea la propuesta, pero debemos
prepararnos para la construcción de una organización
cuyos perfiles apenas si comienzan a dibujarse en el horizonte.
Naturalmente, habrá quienes piensen que en un contexto
sociopolítico tan turbulento y diverso como el que estamos
viviendo tal vez esta sea una propuesta demasiado ambiciosa.
Aún así, y poniendo entre paréntesis las
evidentes divergencias respecto a los objetivos “imaginados”,
si pensamos en países como los del ALBA (a quienes –probablemente-
les gustaría sustituir con el CALC a la OEA cosa que
no entra para nada dentro de los objetivos de quienes no se
ubican en la línea de Venezuela y de Cuba ) o lo que
muy probablemente - por ahora- le interesa más a Brasil
(hacer operativa a la UNASUR en materia de integración
y evitar que continúe siendo un simple foro “funcional
a la polarización ideológica” ) no cabe
duda que , aún pidiendo todo el “gradualismo”
, “flexibilidad” y “participación voluntaria”
que sea posible, para “impulsar una agenda integrada con
base en el patrimonio del Grupo de Río y los acuerdos
de la CALC, así como los mecanismos y agrupaciones de
integración, cooperación y concertación
ya existentes” como dice el punto cuarto de la declaración,
y también aunque con toda diligencia se pusiera en marcha
ese “programa de trabajo” que piden los mandatarios
en el punto quinto, programa que requiere de la cooperación
entre los mecanismos regionales y subregionales de integración
(es decir, con el SICA, la Comunidad Andina, el MERCOSUR, y
el CARICOM para mencionar a los más importantes) a fin
de profundizar la integración “mediante la articulación
de proyectos comunes y complementarios” , aún así
hay que tener presente que lo que realmente está en juego
es el punto de partida de un proceso de muy largo plazo no sólo
por las dificultades propias de hacer converger procesos tan
disimiles y asimétricos sino porque, por ahora, las condiciones
no están dadas para que todos los países de la
subregión caminemos en una misma dirección.
Lo anterior significa entonces que lo que hicieron nuestros
presidentes en Cancún fue solamente dar el banderazo
de salida para una carrera de largo aliento, que va a durar
una buena cantidad de años, pero que, por supuesto, tarde
o temprano había que iniciarla así que no podemos
menos que congratularnos porque ya se haya comenzado.
Y en este marco, hacemos votos porque el nuevo gobierno de
Chile dirija con habilidad al GRIO, pues como dijeron algunos
de los académicos que participaron en el citado seminario
del mes de noviembre, a pesar de las tendencias aislacionistas
que a veces han prevalecido ahora conviene aprovechar la conducción
del grupo para “liderar una opción…con una
visión de cohesión técnica que ha estado
ausente de los mecanismos de integración regional”
, y también “crear una estrategia…..que permita
reorientar y articular las agendas de trabajo de los demás
foros que hoy están en marcha a nivel latinoamericano,
rescatando, el valor y la experiencia de trabajo de la Unión
Europea. Al igual que la construcción de la integración
europea, es necesario comprender, desde nuestra parte, que la
agenda de la integración regional es una sumatoria de
procesos que no se ha organizado de manera lógica. Esa
es la razón por la que CAN y MERCOSUR están parcialmente
estancados, sino que en crisis. El GRIO tiene un problema similar
que se verá aún más crítico si se
consolida la Cumbre de América Latina y el Caribe (CALC)
que agrupa a 33 países y que podría traducirse
en una duplicidad de iniciativas que retardaría el proceso
de fusión de mecanismos de coordinación regionales”
Estas ideas de la doctora Correa en cuanto a que en una Latinoamérica
en donde “lo que no funciona es dar órdenes”
con “populismos en crisis” y “dictaduras que
han debilitado completamente su presencia”, el mayor aporte
que podría hacer Chile es el de contribuir a crear un
“espacio de debate sobre las políticas de convergencia
en términos de cesión de competencias supranacionales”
Al igual que las sugerencias de comenzar por temas como las
políticas de seguridad, las migratorias o las educativas,
en donde tal vez sea menos difícil adoptar consensos
y claro, todo ello en el marco del respeto a la velocidad propia
de cada país, sin forzar ningún proceso.
Habría que concluir, como dice el profesor Rodríguez
Elizondo, otro académico que participó en el mencionado
seminario, que conviene “redescubrir” al Grupo de
Río y vincularlo con una “eventual tendencia hacia
la convergencia en los organismos y procesos subregionales de
integración (como) algo que ya empezó a manifestarse
con la creación de la Cumbre de América Latina
sobre Integración y Desarrollo (CALC) el año 2008.
Esta CALC nació con la sugerencia de una convergencia
con el Grupo de Río y, dada la lógica implícita
ambos organismos ya han acordado armonizar sus agendas y efectuar
reuniones simultáneas a nivel ministerial. Simultáneamente
México ha sugerido la constitución de un nuevo
espacio que incorpore a toda América Latina y el Caribe,
tanto en lo tocante a la consulta y concertación política
como a la coordinación y estímulo de los procesos
de integración. Si esta tendencia rectificatoria se afirma
y volvemos a la economía por fusión de organismos,
con soporte en el histórico Grupo de Río, tendríamos
que felicitarnos. A mayor abundamiento y como tenue concesión
al patriotismo, ojalá sea mi país el que tome
la decisión de vigorizar dicha tendencia como próximo
secretario Pro Témpore de dicho Grupo. Esto sería
mil veces preferible a seguir poniendo frágiles piezas
de Lego en la institucionalidad integracionista y hasta permitiría
darle una licencia temporal a UNASUR ”.
Esperamos que el nuevo gobierno que recién acaba de
asumir en Chile disponga de una buena sintonía con el
mundo académico.